Aquí estamos recién
llegadas de Estella, donde gracias a las compas de la Red de semillas
de Navarra que organizaron la XVII feria de la biodiversidad
agrícola, tuvimos tres días donde redes de semillas de todo el
estado se encuentran para compartir experiencias y vivencias,
mientras se suceden las actividades, formación interna y asamblea,
charlas, mesas redondas, paseos y un mercado donde se pudieron
conseguir semillas de variedades campesinas de todo el estado.
La feria marca el inicio
de la semana por la biodiversidad cultivada, con la que se pretende
visibilizar la situación de las variedades locales. Precisamente
durante las jornadas pudimos escuchar una charla sobre los peligros a
los que se enfrenta el cultivo de variedades tradicionales por parte
de los/as campesinos/as, siendo las principales amenazas la pérdida
de variedades (en el último siglo se perdió el 75% de la diversidad
cultivada, y se prevé que en los próximos años hasta 2050 se
pierda un tercio más de la actual), el uso de transgénicos, la
propiedad intelectual (con los derechos de patentes y de obtentor
vegetal, que ejercen presión total sobre la producción y restringen
el uso/derecho de agricultores sobre la semilla y su reproducción) y
el control corporativo (teniendo en cuenta que 3 grandes empresas
controlan más del 60% de la producción de semillas y agroquímicos).
Este contexto nos lleva a recordar porqué es tan importante nuestra
lucha por la variedades locales, las que campesinas de todo el
planeta llevan adaptando y mejorando toda la vida, adaptables a
diferentes climas, heterogéneas, seleccionadas localmente y no sólo
a nivel de productividad, sino también por su sabor, su resistencia
y su adaptación a las condiciones particulares de cultivo de su zona
de selección. Semillas de plantas que no dependen tanto de los
insumos y que por ello pueden minimizar la huella ecológica de la
agricultura.
Pudimos asistir también a
la presentación del libro «cuadernos de viaje» de Marc Badal, en
el que a través de diversas historias sobre semillas y su
reproducción nos acerca al pasado y al estado actual del uso de las
semillas por parte de campesinos y empresas, como la historia de una
variedad de altramuz que fue recogida por un botánico soviético,
posteriormente robada por los nacionalsocialistas durante la segunda
guerra mundial, transportada a chile por un científico nazi y
finalmente registrada por la empresa del hijo de éste, que pasaría
a convertirse en filial de monsanto.
La feria fue, como cada
año, un buen momento para ponernos al día sobre la delicada
situación de las variedades campesinas, pero también para
emocionarnos al ver el trabajo que se hace por todo el estado por
diferentes colectivos por el derecho de cualquier agricultor a
reproducir y comercializar variedades adaptadas a sus circunstancias.
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